Mark Duggan, de 29 años había sido acribillado a balazos durante el arresto. Las versiones de testigos sostenían que recibió los disparos una vez esposado, mientras que las fuerzas de seguridad aseguraban que tenía un arma y que tuvieron que defenderse de un probable ataque.
Al ver que pasaban las horas y no tenían respuesta sobre la investigación, los familiares de Duggan decidieron concentrarse frente a la comisaría de la Policía Metropolitana, en la calle principal de Tottenham, para que los recibieran.
Mientras la familia esperaba que algún alto oficial los convocara, personas que se habían acercado a acompañar el reclamo, comenzaron a enfrentarse con los policías de guardia en la seccional y la protesta se convirtió en una batalla campal que no se detuvo más.
Primero fueron piedras contra la comisaría y luego palazos desde el otro lado, contra los manifestantes. Pero poco a poco el fuego comenzó a contagiar todo: ardieron edificios completos, comercios, autobuses, patrulleros, autos particulares.
De repente las calles no tuvieron dueño. A medida que pasaban los minutos, cada vez más jóvenes llegaron al lugar y rompieron vidrieras de los locales. Se llevaban lo que había a mano y escapaban, pero al poco tiempo y mientras las imágenes salían en la televisión, llegaron más personas.
Las corridas hacia un lado y hacia otro de Wilson’s Avenue, una de las grandes que cruzan este barrio londinense, no se detenían. Los grupos policiales, con escudos y cascos, aceleraban para alejar a los manifestantes, pero a los pocos segundos debían volver atrás, porque la multitud les lanzaba piedras, palos y todo lo que encontraba a mano.
Los protestantes denunciaban ante las cámaras de la televisión inglesa que la reacción era producto del “racismo y la prepotencia” de los policías en Tottenham. “Vemos todos los días cómo tratan a los negros. Los detienen y los tienen durante horas como si fueran delincuentes. Eso, aquí, sucede todos los días, pero nadie lo cuenta. Hoy vienen porque estalló el escándalo”, le decía al diario The Guardian, uno de los participantes.
Mientras los bomberos luchaban para contener un incendio en un supermercado y otro en una antigua tienda de alfombras, por al lado les pasaban decenas de personas con objetos robados. Llevaban televisores, equipos de música, teléfonos móviles y los alimentos.
Al ver los saqueos, algunos dueños de locales, ya de madrugada, fueron a abrir sus comercios para que no se los prendieran fuego. Los propietarios de un supermercado turco apilaban cajas de agua embotellada frente a su tienda para que la gente se las llevara.
Alrededor de la 1:30 de la madrugada, los equipos de la BBC y Sky News fueron atacados en la zona sur del barrio y los canales sacaron a sus periodistas por su propia seguridad. Mientras los voceros oficiales condenaban la violencia callejera, los robos y las agresiones a los policías, el diputado laborista David Lammy, ponía el acento en los errores policiales, combinado con las políticas sociales. “El de hoy es un ataque a Tottenham, a su gente, a los puesteros, a las mujeres, a los niños, a los que ahora se quedaron sin casa”, dijo para luego condenar “las consecuencias que tuvieron los planes económicos” en Tottenham.
Anoche en Enfield, a unos 7 kilómetros al norte de Tottenham, cientos de jóvenes habían salido a la calle a enfrentar a las fuerzas de seguridad. La televisión mostraba imágenes de agentes antidisturbios y guardia montada patrullando las calles, tratando de controlar la situación para evitar nuevos disturbios como la noche anterior.
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